Mi delito. Relatos Crudos 9.


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El revuelo que se montó en el juzgado fue sonoro, era extraño oír una respuesta tan sincera, tal vez, en eso de que la justicia es ciega tuvieron que sentar catedrá, pero nunca se mencionó que esta fuera sorda, así que, entre los murmullos de unos, y las carcajadas sonoras de otros, el juez tuvo que aporrear su martillo, sobre la madera redondeada víctima de la ira del mallete del juez, hasta unos interminables 20 segundos.

Ante la pregunta: ¿Cómo se declara el acusado?
Este encogiéndose de hombros, respondió. –Sin Techo.
Juan miro a todos lados de la sala sobrecogido, se le juzgaba por comer y pernoctar en la calle, nunca conoció otra vida, tras ser abandonado a muy corta edad, y su concepto de justicia no distaba mucho del común de los mortales, en esencia suponía que con decir siempre la verdad, y no producir el mal, uno no tendría problemas con la misma. Había sido requerido para ir a los juzgados por vivir entre cartones, y comer en la calle.

Cuando el policía le dio la citación, se le quedo mirando incrédulo, era obvio que comía y vivía entre cartones, básicamente porque los cartones eran las improvisadas paredes de su casa abierta al mundo, y lo de comer en la calle era tan extensible, como que ese mismo policía local no tuvo que tocar a ninguna puerta para dar con él.
Faltaban algunos días para conocer la sentencia, pero asustado por el revuelo suscitado, cuando un periodista le pregunto, ¿cree que será absuelto?, volvió a encogerse de hombros cariacontecido y menciono…

-Yo no quiero vivir entre muros o rejas, yo vivo en la calle, no sé de qué me van a absolver.


Nota para el lector: En los últimos días se ha conocido que el ayuntamiento de Murcia, pretende multar a los indigentes, por comer y dormir en la calle entre cartones.

Adolfo Ibáñez-Batista

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