Los señores de la nada. Relatos crudos 8.

Imagen extraída: Captura YouTube.



La tercera guerra mundial hacía tiempo que había comenzado, nadie ni siquiera los historiadores podían determinar, el momento exacto o la acción concreta que había desatado la batalla de batallas. Dependiendo del país, se manipulaban de una manera u otra los hechos, pero esto no era nada nuevo, en realidad no existe nada nuevo en ningún conflicto bélico, solo nos recordaba la miseria de los seres humanos, la violencia del cuerpo contra cuerpo, paso al acero contra el escudo, de la bala contra el chaleco, del misil a los escudos antimisiles, guerra química, guerra biológica…

En definitiva habíamos avanzado en la forma de pelearnos, pero el ser humano no dejaba de ver la fórmula, para matarse los unos a los otros. La gran guerra se retransmitía en directo, con ex militares comentando las estrategias, con entrevistas a generales de división, rótulos atrayentes con músicas pegadizas, anunciaban programas de varias horas de duración, como si de un macabro reality show se tratará. En eso se había convertido la guerra, en un alarde de “quién puede más”, se decía que era una lucha entre la hegemonía de unos, y el nuevo orden mundial de otros, estaba en juego continuar siendo el líder del mundo o ser el nuevo prócer mundial.

Una parte del mundo y sus aliados, empezaron a mirar las emisiones de la otra parte, cuando estás retomaron viejos programas rutinarios, la parte del mundo que miraba a la otra parte, tenía todo bajo control, todo lo que se podía tener bajo control una guerra de escala mundial, pero el silencio del contrincante, preocupaba. Los analistas interpretaron el acto como un pre armisticio, el acto previo para la rendición total en esa última guerra a gran escala. 
La euforia se desato, e incluso habían grandes manifestaciones en las principales ciudades, celebrando lo que muchos ya suponían el final de la guerra, pero sobre todo la conservación del status quo, por más que las mismas autoridades llamaban a la calma, y al normal recelo, las grandes ciudades estallaban de júbilo, habían sido “bombardeados” por consignas que fomentaban su orgullo patrio, y su odio al enemigo.
La otra parte del mundo, conservo su última bala en la recamara, un dedo índice apretó un botón rojo, la humanidad desapareció, entonando embravecido su victoria, después la nada y el silencio más absoluto, los señores de la guerra se convirtieron en los señores de la nada.

Adolfo Ibáñez-Batista

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