AcrAtAcreA. Barandán
El muro de niebla que circunda la isla se disuelve dejando paso a la serena
luz de la luna llena y la pulsante luz de las estrellas, que son tantas que el
cielo está en ellas.
Barandán se despierta, se
levanta de su camastro y se toma un café con ron. Y se toma otro café con ron, un
poco de miel y gofio de millo.
Maldiciendo, baja desde
la ladera de uno de los dos picos que coronan la isla.
Con una sola pierna, un
solo ojo y una sola oreja recorre el camino con pequeños pero rápidos saltos.
Su perro le sigue olisqueando por infinitésima vez cada planta, cada piedra.
Se detiene un momento a
tomar aliento y mira los horizontes. Identifica al Este – Noreste la silueta de
la isla del Hierro, y al Este-Sureste la de la isla de La Palma. <<Todo
en su sitio>> piensa.
En cuanto llega a la
costa se dirige hacia la pasarela que conduce al edificio.
Sube a la torre y
enciende el haz de luz. El verbo se hace materia.
—
Ahora sí, San
Borondón estará ahí hasta el cuarto menguante —dice el farero en tono solemne,
mientras mira a su perro.
Jabreu 10-10-2019.
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