Firme construcción (Sección "Lluvia de piedras)
El amor
construía castillos en la arena. Eran castillos de ensueño, en los que se
fortificaban las partes acordadas con acopladas piedras.
El orgullo,
vestido de mar y viento, los limaba cruelmente hasta hacerlos desaparecer del
todo; solo sobrevivían las zonas empedradas. Pero, cuando las inclemencias son
fuertes, sus embates derrumban y entierran cualquier ilusión, allanan todo a su
paso y derriban los más hermosos sueños.
Así, el mal entra en
personas cándidas e inocentes, con esa forma que les anima a supravalorarse y
les convence de que el amor a sí mismo impera sobre cualquier cosa. Hasta que,
en la madurez, los sentimientos erróneos se rinden al afán de dar y la
necesidad de recibir cariño, mimos, placer… Entonces, se aprende que el amor es
incluir a más gente, y que los mejores castillos hay que hacerlos lejos de la
costa y resguardados del viento; donde no llegue el orgullo destructor. Por eso,
desde el principio hasta el final, los sueños que se desean de verdad, hay que levantarlos
sólidos y fabricarlos siempre de la más firme piedra.
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