CADENA DE MONTAJE HUMANA:

Me arroja el tiempo el cabello blanco a serpentear mis sienes y mi barba, garabatea matices mi voz con rasgaduras de ron y guitarra grave, mi vista ve más lejos donde mis ojos ya no alcanzan, y maldigo ese prófugo tiempo en que mi edad era el verano, se cubren mis manos y mis piernas de pesado invierno.
Y las solapas de polo blanco y pantera en el pecho, pantalón gris y sonrisa prestada, en los que mis pasos conducían arrastrándose a la etiqueta y la norma, de aprender tanta cosa inútil, las letras de verbos quebrados, los números de absurdo repetido, el dictado, la suma, la división, la exasperación humana en un agujero gris creador de nuevos esclavo-pensadores.
El recreo turbio del niño poeta, la receta miel de sus ojos claros, las absurdas peleas de patio entre pandillas, reproduciendo las guerras de los mayores, las estampas impactando palmas contra el piso, el recado de delegado, sumando batidos, yogures o leche, los miércoles leche con cacao y el mercadeo de lo dulce por lo sano.
Los mayores y el jardín de la bruja, miedos creados para besarse, y todos al ser esos mayores, reproduciendo el cuento, una y otra vez, hasta el infinito, así se reproduce el mundo absurdamente repetido, el chance de hora libre y jugar a la pelota, y después querer tener el partido televisado, que de tan pequeños nos marcan en la frente el código de barras, que de repetidos, que absurdos, que de mundo.
Los viernes, los viernes que esperábamos con el corazón en la mano, y sonaba la alarma como a definir nuestros tiempos, salíamos a gritos a carcajadas, y el silencio llano y la mirada perdida del niño más malo, ¿Qué clase de infierno más malvado, le esperaría tras esas paredes grises de mi pasado tirano?
Escuchar sobre Hitler y estrechar la mano con la niña del pupitre cercano, como estallaron tus pupilas celestes, como una bomba de napalm supuse, y que parco en la palabra y en el tacto, me quede vencido de voz y me quedo lejos el abrazo.
Paso por la mole de cemento gris, donde generación tras generación revientan nuestros sueños, los visten de uniformes, los llenan de fórmulas, daban boletines de colores pastel, diciendo la capacidad de uno y otro, absurda cosa, nadie pone nota al sentido común, ni a las cárceles infantiles, castigaban pintar las paredes grises con nuestras ceras infantiles…
Adolfo Ibáñez

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