El naciente (Sección: "Lluvia de piedras")


Imagen tomada de Piqsels


Al principio del verano, tres hombres se adentraban lentamente hacia el Oeste, con sus caballos y mulas cargadas. El día que encontraron un arroyo se separaron: dos siguieron la dirección de la corriente y el tercero decidió ir hacia la cumbre.
Los dos que iban juntos se establecieron en un llano donde el río se separaba en tres formando un tridente plateado y levantaron rápido casas de madera. El otro llegó hasta donde el hielo se convertía en agua, anunciándolo con música cristalina. Aunque no había mucho espació, allí fabricó su morada y dejó entre ella y el agua sitio suficiente para huertas que tras el gélido invierno pudieran ser fácilmente regadas.
Cuando había pasado el peor calor, en el llano de abajo ya había varias familias asentadas y formaban un pueblo con nombre y todo, y aspiración a seguir prosperando. Pero el riachuelo se había vuelto solo un hilo de agua, e incansables cavaron pozos hasta dar con las entrañas del río que ya no estaba. A los dos fundadores se los comió la sociedad del pueblo como la tierra al agua.
El de lo alto a veces los visitaba, para vender los productos de su huerta y suministrarse del comercio de abajo. Arriba no llegaba el periódico y se vivía solo en compañía de los ruidos de la naturaleza y los propios de quien se había tornado cada vez más silencioso. Se le tenía por gente rara y se decía que le gustaba «ir contra corriente»; tal vez, por ser tan introvertido. Él, una vez que en el pueblo hablaba en confianza, afirmó a boca llena: «El salmón nada contra corriente por no quedarse sin agua».


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