LANCE TABÚ. RECONSTRUCCIÓN A 4

Decidieron viajar. Pensaron en un campamento de verano donde se
necesitaban voluntarios para reconstruir un pueblo deshabitado. Su relación
también se había deteriorado. Su patrimonio personal se había desvanecido.
Quizás aquel viaje fuera una forma de reconstruir el exterior y el interior.
Llegaron al campamento base. Se repartieron bebidas y bocadillos.
Mientras comían recibieron las explicaciones pertinentes. Se fueron
repartiendo en cabañas y a ellos les tocó con otra pareja francesa. La
cabaña era para 6 personas pero estarían solo los 4. Se presentaron y
compartieron impresiones. Los baños eran comunitarios y estaban situados
a unos metros de las cabañas. Por la tarde empezaron a caminar por las
ruinas y a conocer las tareas que se iban a realizar. Trabajaron en el
traslado de piedras caídas para volverlas a utilizar. Ya por la noche se hizo
un asadero y cenaron todos los voluntarios juntos.
La otra pareja de vez en cuando se miraba. Ambos dejaban de hacer lo que
estaban haciendo y se besaban. De vez en cuando también se acariciaban…
todo en público, sin pensar que los podían estar mirando. Como si pasasen
de todo. Esta situación les empezó a ser incomoda. Antes de cenar fueron a
la cabaña y cogieron las toallas, el neceser y ropa para cambiarse. Llegaron
a las duchas. Algunos voluntarios estaban en la puerta del baño. Se oían
claramente los gemidos de una pareja que estaba en una de las duchas.
Flipaban. Terminaron y se oían risas, besos. Salieron sonrientes. No les
importó nada la admiración creada.
La pareja derruida se duchó también. Cada uno en una ducha. Cada uno
pensando en la vergüenza ajena. Cada uno en silencio. Cuando terminaron
se volvieron a la cabaña. Los franceses estaban tendidos, cada uno en su
litera ojeando el móvil. Al rato ya todos estaban durmiendo.
En medio de la noche se despertaron. La litera golpeaba con la pared y el
sonido era como el del galope de un caballo desbocado, a lo que da la
libertad de correr libre. Ella subida sobre él se movía como endiablada,
como en un trance. Sus pezones duros eran la guinda apetecible de aquellos
senos prominentes movidos en cada entrega. Sin quererlo, ante aquella
escena, el derruido pasivo quedó erecto. Su pareja ya húmeda desde hacia
rato, ofendida. ¿Cómo festejar y reconocer que nos pone la felicidad ajena?
Su rol de pareja derruida, que tanto paseaban, no tendría sentido. Y
mientras tanto, la pareja extranjera, extrovertida, exhibicionista y
endiablada acaba. Al verlos, él con su falo saludando y ella con sus
pezones apuntando bajo la camiseta, entendieron que querían participar y
sin mediar palabra se bajaron de la litera. Ella con él y él con ella. No
dijeron nada porque eran de pocas palabras. Al poco cabalgaban los 4. La
vergüenza ajena se convirtió en gozo comunitario. Los extranjeros,

extrovertidos, exhibicionistas y endiablados… ya no lo eran tanto. Aquel
verano rompieron con mucho y se descubrieron secretos varios.



                                                                                                    Celia Sánchez

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