Carpe diem (Sección "Lluvia de piedras")



Le guardaron los antiguos calendarios hasta que empezó a hacerlo él mismo.
Aprendió a contar antes que a escribir y aquello marcó su vida. Tenía todo contado: los años, los meses, las semanas, los días, las horas, los minutos…
Acabó por perder la cuenta; tras el mes, los dos días, doce horas y apenas catorce minutos que estuvo en coma. A partir de entonces, tiraba a final de año cada almanaque y el siguiente llegaba solo, si eso.



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