Lance Tabú. Puerta Giratoria.





Acababa de llegar a la ciudad para empezar como recepcionista de un hotel de 5 estrellas. El ascenso había llegado por fin. Estaba muy entusiasmada con la idea de vivir en un lugar nuevo. Los primeros días fueron de mucho ajetreo buscando casa y adaptándose a su nuevo cargo, pero el aumento de sueldo valía la pena el sacrificio.
Situado de manera estratégica en un lugar de afluencia empresarial, el hotel tenía una alta ocupación durante todo el año.
Eran las cinco de la tarde cuando un alto cargo llegó a la entrada del hotel. Helen salió a recibirlo junto con el servicio de botones y a la entrada coincidieron con la entrenadora de tenis, Diana. Era una chica joven y hablaba con un acento marcado inglés.  Las chicas entraron por la puerta giratoria después una comitiva de hombres con traje de corbata. Cuando acababan de entrar, la puerta se atoró y quedaron atrapadas. Ellas en un habitáculo y los hombres de traje de corbata en otro. El ejecutivo y su esposa habían logrado salir y esperaban en recepción. Se habilitó una puerta auxiliar para entrar y salir del hotel mientras buscaban la manera de solucionar lo acontecido con la puerta giratoria. Helen se puso muy nerviosa. Esperaba aquella entrada desde hacía días y no iba a estar en su puesto. Diana la tranquilizó. Le dijo como controlar la respiración con unos ejercicios y la invitó a hacerlos juntas. Se sentaron en el suelo a esperar. Se miraron fijamente y hubo química. Hablaron largo rato. Pasaron casi una hora muy divertida charlando hasta que la puerta cedió y fueron libres. Quedaron en verse para comer o a la salida del trabajo. Se pasaron los teléfonos. Esa noche cenaron juntas.
Durante la cena Diana fue muy directa y le dijo a Helen que se sentía atraída por ella. Helen le contestó que era un halago pero que ella nunca había estado con una mujer antes y que creía que no era capaz. Diana se acercó a su oído y le susurró que se dejara llevar. Le acarició la melena, luego la mejilla. Introdujo su mano por la blusa de Helen y acarició el sujetador de encaje. Helen se ruborizó y quiso negarse pero la atracción era mayor. Diana la besó en los labios y Helen la correspondió. Se buscaron sus lenguas y se desnudaron la una a la otra. Diana apagó las luces. Entraba luz tenue del exterior. Buscó de nuevo la boca de Helen y después de besarla fue bajando poco a poco hasta su sexo. Acarició con su lengua el sexo de Helen, mientras que con su mano masajeaba el suyo. Ambas gimieron y gritaron hasta llegar al orgasmo al unísono. Diana abrió las piernas de Helen y se acomodó entre ellas, tocando su sexo con el suyo y a modo de tijeras cabalgaron hasta morir de nuevo juntas.

Celia Sánchez

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