Libro de Josefa Molina Rodríguez - Ideales perdidos
Buscan
ideales en la Oficina de Objetos Perdidos
(A
propósito de la novela ‘Ideales perdidos’ de Josefa Molina Rodríguez)
El
debate sobre la sostenibilidad o no de las ideas utópicas juveniles a lo largo
de la vida es tan viejo como la democracia. León Trostki acuñó el lema de “la
revolución permanente” para subrayar que la rebeldía antisistema no es un
estado de ánimo temporal o una moda pasajera. Ante una cuestión así
parece pertinente hacerse algunas preguntas al respecto: ¿Es lícito ser
idealista toda la vida? o ¿cambiar de ideas en el transcurso de la existencia
es lo más conveniente y hasta un signo externo de madurez? No es fácil
responder a cuestiones tan complejas. Pues depende de qué ideas se trata, de
qué tiempos históricos estamos hablando y de la calidad humana de las personas
o grupos que han interiorizado disidencias críticas y hasta contrarias al
estado de adocenamiento general de la sociedad capitalista como fuente de
conformismo y alienación consumista y que tanto influye en los patrones
comportamentales. Seguro que si se lo pudiésemos preguntar a personajes
unidimensionales en el sentido marcusiano de la palabra como José Antonio
Labordeta o Fernando Sagaseta obtendríamos una respuesta rápida y
unívoca: ¡con la rebelión no se juega! Ahora bien si se lo preguntáramos a
personajes de la vida pública que todos conocemos por su camaleonismo nos
responderían cosas tan inefables como “es que me han cambiado el partido”; “en
estos tiempos aquellas ideas son un obstáculo”, “es de sabios mudar de
consejo”, etc., etc.
Y
todo esto viene a cuento de la nueva novela de Josefa Molina Rodríguez titulada
“Ideales perdidos” (Multiverso, 2020) en donde un grupo de estudiantes (Ana,
Merche, Sebastián, Miguel, Lidia y Claudia) participan en los años sesenta del
pasado siglo en las luchas antifranquistas abrazando los ideales utópicos
promovidos por la izquierda española hasta que, ya en la democracia, terminan
sus estudios y se produce en ellos un proceso de aburguesamiento y consumismo
que les integra en el sistema capitalista al que pretendían cambiar. Cada uno
de ellos se va sumergiendo en sus profesiones y en los rutinarios deberes
familiares distanciándose cada vez más de los sentimientos épicos que les
movilizaron en aquellos febriles momentos que recuerdan años más tarde con
discreta nostalgia como lo más memorable de sus existencias. No es el caso de
una de las dos protagonistas principales que sigue pensando que “contra Franco
vivíamos mejor” (Vázquez Montalbán). En este contexto se reanuda una antigua
relación amorosa iniciada entre Lidia y Claudia pero que se va haciendo
tormentosa con alternancias de encuentros y desencuentros que provocarán
multiplicidad de sensaciones desde el dolor, la soledad, la felicidad
momentánea, la frustración o la desconfianza. El momento álgido llega cuando
después de una serie de peripecias no exentas de tensión, se desvela el
misterio de una de ellas implicada en una intrigante trama de espionaje
internacional que conspira contra las democracias occidentales para la
instauración de un sistema dictatorial inspirado en el nacionalsocialismo
alemán de los años 30-40 del pasado siglo. Dicha red está conformada por
personas e idearios con dosis suficientes de mesianismo y fanatismo que
las convierte en peligrosas porque para ellos el fin sí justifica los medios.
La
arquitectura del relato es una exaltación a la austeridad de recursos. Pero eso
no que quita para calificar la historia contada como ágil y efectiva sin dejar
de ser a la vez original y atractiva. Su autora no se pierde en rodeos
académicos ni en efectos especiales para añadir ritmo a una intriga que
tiene per se velocidad de crucero. Sus descripciones psicológicas
son las justas y va al grano a la hora de narrar episodios que transcurren en
escenarios paisajísticos reconocibles con una inusual economía de trazos. Por
eso la lectura de este librito estimula rápidamente el interés por saber qué
está pasando y qué va a suceder a continuación. El final es sorpresivamente
inesperado al mostrársenos unos episodios que amalgaman acción y
sobreinformación en cascada que, en suma, consiguen entretener, divertir y
abrir la imaginación del lector que es la finalidad básica de toda literatura
que se precie; sobre todo ahora en este verano tan especial después del claustrofóbico
confinamiento.
Por
todo lo expuesto creemos que hay sobradas razones para recomendar la lectura de
“Ideales perdidos” al tiempo que le damos la enhorabuena a su autora y la
animamos a seguir surfeando en las esquivas musas para nuevos proyectos.
Ramón Díaz Hernández, catedrático de Geografía Humana en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.
Muchas gracias, Suburbalia, por la acogida de este artículo de Ramón Díaz Hernández, sobre mi novela 'Ideales perdidos'. Espero que les guste al público lector. Gracias por el apoyo. Salutem et Lectio!
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