Las Lenguas (Sección "Lluvia de piedras")
Soltó los bártulos sobre el burro a modo de
alforja y tiró de la correa. Su nieto lo seguía. Así abandonaron el caserío. Un
día después entraban en Dilbat, con el viejo caminando con la brida en la mano
y el niño subido sobre el animal. No tardaron en hacerse audibles los rumores
que descalificaban públicamente al niño, por no ceder el asiento al viejo.
Tras otro día de camino, a las puertas de
Borsippa, el viejo bajó al niño y tomó el cabestro para subir al lomo del burro
y entrar así en la ciudad. Esa vez los testigos se indignaron por la comodidad
del viejo y la manera en que esclavizaba al chico. Así que tampoco trasnocharon
allí.
Dos días y dos noches después contemplaban
desde las afueras la descomunal Babilonia. El jovencito rebosaba intriga, por
no imaginar qué pasaba por la cabeza del viejo.
Mandó a su nieto a adelantarse a paso lento; y,
quizás por no estar muy lejos, el pequeño oyó el lamento del animal al
despeñarse por el desfiladero. Poco después lo alcanzó su abuelo, que se negó a
contestar nada sobre lo ocurrido.
A
partir de entonces escuchaba a cualquiera, pero se negaba a oír a esa mayoría
entre la que se encontraba su abuelo.
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