Ciclos (Sección "Lluvia de piedras")
Se atrevió a alumbrar la noche, ¡a crear
sombras nocturnas!, a burlarse de las nubes más grandes y a utilizar a las más
espesas. Era un ser maduro, cuyo esplendor creció con testigos que esperaban
atentos el espectacular brillo de la indiscutible reina nocturna. Lo llenaba
todo con su presencia; sin duda, por eso la llamaban Luna Llena.
En el declive se perdía interés por ella día a
día, noche a noche. Solo unos pocos iluminados esperaban el cuarto menguante,
sin supersticiones, sin otra intención sino la de que cada ser afectado por su
poda se repusiese a tiempo de celebrar el parto de una tierna nueva Luna: la
Luna Nueva. Ella, una vez tras otra termina por conseguir culminar su
aspiración de crecer y crecer hasta llegar a ser otra vez Luna Llena.
A todas estas, un lunático la escudriñaba de nuevo buscándose
reflejado como en un espejo -que
imaginaba limpio y claro- allí donde nunca lo hubo. Quizás el reflectante era
él, como antes fueron otros, sin saberlo.
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