Conocimientos (Sección "Lluvia de piedras")
En la zona, todos los monjes eran considerados sabios.
Eran muy respetados por la población local. Se contaban sobre ellos historias
increíbles, para lo que el sellado de las instalaciones y el silencio de las
personas allí recluidas ayudaba a engrandecerlas o, al menos, a no desmentirlas.
Muy pocas veces salían de ese templo que al final conocían como la palma de su
mano, o eso creían. En aquel monasterio, todos los monjes eran ciegos.
Lo normal es que llevaran allí a los niños
recién nacidos, pero hubo uno que llegó con seis años y aseguraba que lo había
hecho montado a lomos de un elefante. Eso produjo las risas de los demás y un
anciano, durante un periodo de instrucción, les explicó que el origen de su
sabiduría era la transmisión oral, la propia investigación y dar forma al
conjunto de saberes confirmados. Después abordó el tema del que se hablaba
tanto entre los jóvenes.
«Por eso sabemos lo que es un elefante» dijo,
dirigiéndose al último aprendiz en incorporarse a la orden, sin necesidad de
posar sobre él su mirada o citarlo.
«En cierta ocasión, el Prior envió a los cinco
monjes más sabios a analizar un elefante que sabíamos que estaba en las afueras
del monasterio. Uno de ellos comentó que estaba lleno de grandes picos curvos
de un material duro como la piedra. Otro, que tenía grandes alas a ambos lados.
El tercero que de su gran cabeza salía una inquieta antena que parecía una
cuerda. El siguiente aseguró que su envergadura era tremenda y su cuerpo rugoso
y pesadísimo. El último encontró un falo grueso y larguísimo entre los picos,
por lo que concluyeron en que el ejemplar era un macho.»
«Aunque el elefante estaba tranquilo, podemos
sospechar que proviene de los antiguos dragones y es posible que se defienda
escupiendo fuego. Pero eso último no lo confirmaron los enviados por el Prior.»
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